viernes, 30 de noviembre de 2012

La verdad de la mentira

   Dicen que en toda mentira hay una parte de verdad. Seguramente la verdad haya estado ahí todo este tiempo: ante mis ojos. Pero no la vi... ¿por qué?. Creo que no he querido verla, no he sido capaz de enfrentarme a ella, de afrontarla... he querido que esa verdad cambiase, pero no ha cambiado. 

   Fui incapaz de asumir mi parte para que la verdad fuera otra, al mismo tiempo nadie podría demostrar que si yo hubiera actuado de otra forma la situación hubiera mejorado (...) Probablemente fuera distinta... y también hay muchas posibilidades de que el resultado fuera similar. 

   La primera mentira obvia la sitúo cuando llevábamos algunos meses: intentó ocultarme temas de drogas (en aquellos tiempos, según él decía, algo puntual...) haciéndome creer que eran imaginaciones mías, como si yo estuviera inventando hechos. Era la noche de San Juan y habíamos quedado para salir. Él no aparecía por ningún lado. Lo busqué, y terminé llamando a una puerta detrás de la que él estaba con más personas, sabiendo que era yo quien llamaba y que le buscaba (...) Oí "ssshhh, ssssshhhhh...". Me dejaron en la puerta como a un vendedor de aspiradoras(*)

   La última mentira ha sido el broche de oro - con otras muchas de por medio - a más de quince años juntos. C'est la vie.

   Quién sabe qué partes de la historia han sido mentira... o cuáles han sido verdad. Solamente puedo hacerme cargo de mi parte... y esto teniendo en cuenta que mi memoria me puede estar traicionando, pintando las imágenes del color que a mí me gustaría que fuesen, o del que creo que puedo soportar que hayan sido. Quiero creer que le amé con toda mi alma... tal vez no lo hice. Quiero creer que él me amó idénticamente... tal vez no lo hizo. 

   Lo cierto es que durante todo el tiempo, y los últimos años sobremanera, he ido descubriendo a un desconocido... ¿He encontrado una persona nueva o fue el lado oscuro de la misma persona? ¿Cambió? ¿Era así desde el principio y yo quise creer que era diferente?

   Me fui llevando ingratas sorpresas... Una mentira tras otra siguió sorprendiéndome. Mi parte de responsabilidad fue permitirle la siguiente... de la siguiente, de la siguiente, de la siguiente... de las que llegué a tener conocimiento ¡cuántas más habría que nunca sabré! Casi mejor ¿para qué saber más? 

   Así, entre tantas mentiras residía la verdad: que él me engañaba y yo le daba mi confianza  (craso error por mi parte) basándome en sus palabras en lugar de hacerlo en sus hechos. La verdad es que  superé todo límite razonable en lo que consentí y en lo que hice. Eso que llaman la delgada línea roja que se supone no se ha de sobrepasar la sobrepasamos ambos... y la volvimos a trazar cientos de veces mientras la rebasamos otras tantas, hasta convertirla en un constante sinsentido.

   (*) Ref. película "Criadas y señoras", EE.UU - 2.011

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